26 oct. 2008

Marca registrada



Antes de que esta ciudad innombrable (los derechos cuestan una pasta) se convirtiera en una especie de engendro conceptual que a todo el mundo molesta, en especial a sus habitantes, a mediados de los noventa, me vine a dar una vuelta con mis padres y con Alba, la mayor de mis hermanas pequeñas. Mientras ellos se iban a ver Gaudí, Picasso y el zoo, yo paseaba por el gótico haciendo mis pequeños descubrimientos. En el bar Venus de la calle Avinyó bebía tercios y leía cómics de los Freaks Brothers por las tardes. Me olvidé un cuaderno de notas en una cabina de teléfonos. Compré mi primer Naufraguito y naufragué a mi vez en el charco más pequeño del mundo. Me convidé unos vinos con un hombre que pedía en la calle en una taberna de la Plaça del Pí. Me dijo: "Soy violento, pero no metódico". Me pareció que estaba bien, todo lo bien que podía estar. Me estaba inventando a mí mismo, el decorado funcionaba. Volvería.
Ahora esta ciudad ya forma parte de mí, tanto como para empezar a pensar seriamente en marcharme de aquí.
También existe la posibilidad de inventarme otra Barcelona y meterme dentro. Para no existir, esta ciudad da muchos quebraderos de cabeza.


Bonus track: Lluvia de Toros, de Francisco de Goya.

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