24 juin 2009

Escribir, sobre cualquier cosa, todos los días. En un trozo de papel, en el ordenador, en las libretas de tapa dura que sirven para los viajes interiores y exteriores. Vergonzantes intentos, frases cíclicas, vueltas y vueltas alrededor de la misma mancha oscura. Cualquier cosa, pero hacer algo con el tiempo y las palabras que me embotan la cabeza, que me revuelven la sangre.
Aunque ya no parece tener tanta fuerza como antes, este demonio tira de mí. Es posible que haya aprendido a neutralizarlo, a no escuchar sus alaridos. Con voluntad, con técnica, con experiencia. Asumo su derrota con la mía propia. Ahora comprendo que ese demonio no es otra cosa que mi sombra, y que sin él estoy mutilado. Sólo porque yo mismo me encuentro vencido es que él languidece en la oscuridad.
Abro la puerta de la celda y espero. No ocurre nada. Desde fuera, el recinto parece deshabitado, pero sé de sobra que es sólo una falsa impresión, una trampa. Podría seguir aquí, mirando la puerta desde fuera por los siglos de los siglos y nada ocurriría. No es una cuestión de paciencia. Para que los demonios salgan habrá que entrar a por ellos.

No se trata de remordimientos, sino precisamente de no sentir dicho rumor de carcoma en el cerebro. Si no hago algo voy a reventar. Si hago algo aumentaré la sensación de vacío, de inutilidad de cualquier esfuerzo. De acuerdo. Entonces, dedicaré mi tiempo a encontrar la perfecta forma del vacío, abrazaré el absurdo.

Cuando no se me ocurra nada, copiar pasajes enteros de Nietzsche, de los grandes poetas. Anotar un libro en otro libro, inexistente y disperso, en hojas sueltas.

Confío en que podré conseguir incluso llegar a escribir sin ayuda del papel en blanco, sin el rítmico teclado. Los poemas se escriben primero en el inconsciente, necesitan su tiempo de gestación. Escribir poesía es una de las cosas más absurdas que existen, una auténtica impostura, me parece que quedarse atascado a mitad de un poema es lo más triste y ridículo que puede ocurrir. La poesía debe escribirse siguiendo una respiración, y la respiración no puede premeditarse, ni detenerse a voluntad.

Escribir sobre escribir. Escribir que no escribo nada que merezca la pena. A quién, para quién. Para mí, sobre todo. Deshacer un nudo, luego otro. Tratar de no desesperarse. Ya llegará, la paz, en cierta continuidad. En algún momento.

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