Cuando volví a Barcelona no me estaba esperando el otoño (ni nadie...) sino la oficina del paro y las fiestas de la Mercè. Vaya, hombre, cojonudo. Otro error de cálculo, me pasa mucho. Han tenido que pasar estas dos semanas de septiembre y todo ese gajo de la luna para poder sentir, porque el cielo lo ha decidido, que las cosas están cambiando. Bienvenido sea, y la lluvia, joder.
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