13 juil. 2009
Soñando en Chejov, al despertar sigo Dostoievski
Mi mujer me estaba esperando para bañarnos juntos en el lago…
Cuando desperté tenía la mano izquierda cerrada alrededor de una imaginaria botella de vodka, y en la derecha tenía el hueco en el que debía alojarse un melocotón bastante maduro que había elegido en la cocina, mientras la escuchaba canturrear y dar saltitos en el piso de arriba, poniéndose el bañador y cogiendo algunas toallas.
Habíamos decidido no vender nuestra parte de la casa, es más, habíamos decidido ofrecerle el mismo importe a Masha y a Bazhunin por su parte, yo trabajaría en la fábrica de mi tío y ella intentaría encontrar algo, ya estaba loco por continuar con la novela que había empezado aquél verano, tenía unas ganas enormes de escribir, de abrazarla y hacernos el amor, de zambullirme en el agua helada del lago, de morder aquél melocotón que tenía una piel tan semejante a la suya. La felicidad me desbordaba, todo mi ser hervía de amor y de contento, nada podría vencernos.
He visto en sueños al amor de mi vida. Al despertarme, en el 106 de carrer Carme, en Barcelona, lo primero que he pensado al ver la luz de las farolas que llegaba de fuera, es que se estaba haciendo muy tarde para bañarse, que íbamos a pasar frío. Aún no había abierto el puño vacío.
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